Las naranjas, las líneas

martes, 17 de julio de 2012


Se llama Aristófanes. Como su inspirador, es un fiel adepto de la idea de una naranja partida en dos. Me quedé rota, pero no partida. Se quedó roto, pero ha encontrado el resto de sus gajos.
El problema aquí era entonces filosófico: yo creo en los caminos paralelos, él cree en la fusión trascendental trazada desde el origen de los tiempos. Se llama Aristófanes, lo digo en serio. De lo que no estoy segura es de que relacione su nombre con el asunto ese de la búsqueda del hemicítrico perdido. Dicen que nombre es destino.
Si acaso su pregunta es por mi estado de lucidez, les diré: soy firme entusiasta de los caminos paralelos pero no lo descubrí hasta que lo encontré a él, a mi reflejo en fractálicos gajos. Se llama Aristófanes. Tiene una esplendente cabellera y un doble famoso. También posee un pertinaz sentido del humor, afable, agudo: como un espadín de terciopelo. Su humor es metáfora de su númen. Espadín de terciopelo, brillante como un pequeño tomín Se llama Aristófanes y a pesar de haberse encontrado con sus gajos complementarios, parece ser que estos eran otros, importados... qué curioso: de una región naranjera.
Yo, que fui esos gajos, no los soy. Y no los soy porque descubrí que soy entusiasta de los caminos paralelos. Es feliz. Eso es reconfortante. Yo... bueno, las líneas paralelas no se cruzan jamás... son cosas de la necia geometría.

Caminar

sábado, 7 de julio de 2012


Hoy he perdido el respeto
Tal vez esté escondido detrás del muro
Sobre el que ellos pegan carteles
O quizás debajo de todos esos anuncios
Que ellos me hicieron ver cada día
Pero no sólo he perdido el respeto
También se me ha ido el rencor
Entre los labios de ella que me sonríe
Por los ojos brillantes del que camina
Sosteniendo en arco perfecto
La pesadumbre de una consigna.
Hoy he caminado tanto
Con el ojo semidesnudo, como ayer
Cuando era yo quien gritaba con arrojo
Cuando eran mis manos que construían
Los sueños que a otros me han unido
que,  con huellas de sol me han hendido
A caminar, como ellos
Hoy ya no tengo respeto
Por lo que ayer sentía temor
Por el mounstro del ardor
Que tal vez nunca llegó
Pero también se me ha ido el rencor
Entre los pasos del otro que me da sol
Entre el don  de las paredes cuando hablan
Cuando me repelen a la alborada
De un tiempo mejor