En prenda

lunes, 4 de julio de 2016

Yo te entrego, en prenda, tantos besos, muchos
como los que hace días te vendí y regateaste
como para untarte mi neblina y estamparte
con eternidades la piel de remolino blanco

Te entrego también el polvo
la estrategia
los arrojos
los desgarres
las manijas
el crujido de los años en la pesada puerta
en la pasada piel que contempla su salida

Te entrego, como arma de caricias los labios
sí, aquellos en que te hundiste a mordidas
donde te abriste en fuego a punta de abrazos
para abatir de antemano las vanas miradas


Te entrego también la piedra
el proceso
la balanza
los arraigos
los países
el remolino de la tierra en los pesados ojos
en la parada lúcida que despide los descansos

Te entrego, como lazo de hogar mi dentadura
como para marcar con diapasones los cabellos,
su armonía celular de grano iridiscente
donde entierro uñas, labios y desconciertos.

Te entrego el recato de las almejas
y el alhajero de las estrellas
el compromiso roto de la tierra
y la soledad en los pasos del ser.

43

lunes, 24 de noviembre de 2014

Vamos a escribir la historia del asalto, ésta mañana que la tenemos fresca, como todos los días que la amanecemos hinchada de hedores y angustias, pintados con tinta en el papel periódico, en el alma de papiro de lo que la gente habla y recrea en el camino. Nos mojamos los labios, tomamos un respiro y comenzamos la queja -un decibel arriba-, el desencanto -dos decibeles más-, la indignación -tres decibeles-, la rabia. Hoy la ciudad está en movimiento, esperando encontrar 43 muchachos corriendo, o apresados, enjutos y acurrucados en lugares oscuros. Mientras tanto, los buscadores de minas de oro mediáticas esperan encontrar cadáveres desollados, martirizados, la imagen del horror como castigo ejemplar para los vivos. Siendo hoy día de muertos, quieren entablar un diálogo imaginario con la vida después de la lucha e imponerle el discurso de la traición y la impureza, de la muerte castigadora, como si Mictlantecuhtli se llevara a la boca las pasiones de la humanidad en represalia. Están errados; el miedo es la muerte de la eternidad y la valentía da vida a la continuidad. No podemos recapitular cuántas vidas se han perdido en los Octubres, cuántas el resto de los años en el notorio silencio de la comedia comercial que nos embriaga para perder el sentido de unidad. La gota de sangre no respeta límites territoriales, es fluido que se derrama y que se evapora, que entra por las narices de los que vivimos sentados ante una pantalla de celular, de computadora, de televisión. Es el aviso de la muerte, el que nos enciende el alma para esculpir el renacimiento. Porque el deceso no lo marcó la sangre, sino la apatía. Ellos son nuestros muertos, los mató nuestra cobardía de encarar la sociedad que se nos desgranaba entre los dedos desde hace años, la omisión que permitió el crecimiento de la deshonestidad, de la usura. Y el hambre, cuando se trata de poder no tiene límites. Y la injuria, cuando se trata de adelantarse al desequilibrio del poder no tiene límites. Y el arrojo, cuando se trata de sobrevivir a la injuria no tiene límites. Entonces estamos aquí, recrudeciendo 43 voces casi infantiles de arrojo, cuando ya no las podemos escuchar.

Declaración

domingo, 27 de julio de 2014

No será la turba mañanera quien te exponga el velo de nubes
o el pálido hongo de maíz quien te explote las venas de ámbar
cuando yo te intuyo omnipresente entre los poros de mi plata
sintiéndote resonar en el intestino con paso de mantra actuada
acotada entre comillas, externa al margen de nuestras revolturas
foránea y sin caricias de totalitarismo afectivo en mi vientre
púdrase el hongo
y la turba
cuando estés allá aterrorizando los soles con tu gélido aliento,
buscando calor en tu gran saco atiborrado de reservas caducas,
cuando me halle paseando en tu destierro con el cuerpo extendido,
con los brazos molidos de distancia entre tu carne y mi ser.
Acércate un día de estos, un día en que no gimas rabia sonriente
en que el estupor de las noches no te disuada de mi abrazo
y acércate en serio, como si no me hubieras ya cerrado el caso
acotado entre comillas, externo al margen de nuestros ataques,
impersonal y sin pausa entre espirales de suspiros extintos.
púdrase el hongo
y la turba
en un día como hoy que te pienso volando entre mis pausas internas
cuando estoy acá invisibilizando lo que de cierto me he revelado
buscando calor en mi gran saco atiborrado de reservas austeras
con las palabras molidas de quien se rinde a la insolación del aire
Y una vez ahí, en ese tiempo, acércate a interrumpirme el despojo,
a plagarme la piel con los retazos de la tuya cuando has mudado
a tomarme el cuerpo extendido sin la locura de tus años de fiambre
anda un rato en la turba mañanera
y ven gimiendo amor sonriente
con los brazos molidos de caricias
de las aves que te negaron el vuelo.

San Pedro

¿Y si esta luna de alpaca se convirtiese en una lluvia de estrellas? ¿Serías capaz entonces de reclamar el desierto y solventar la verbena de la vía láctea? ¿Bailar conmigo? ¿Dejar de conversar en picada y tomar otra nube que no se quede atrapada entre la cordillera? Mira tanto vacío con tanto silencio, los mejores aderezos y los más raros en todo régimen. Deja al océano descansar del recuerdo de los ríos. Tanta arena y tan poca sal. Mis ojos, físicamente tan poco bendecidos fueron seleccionados para nutrirse de este mechón blanco de universo y no estamos aquí, como nunca estamos en ninguna parte, como no estoy donde tu escándalo no renombra los sueños.
En el fin del mundo parezco estar, todo el tiempo. Me caigo por la Patagonia y me levanto por los Alpes. Pero Atacama será siempre el lugar donde me vine a hacer chiquita, una hormiga en un reloj en una acera en un parque en una ciudad en un continente en un mundo en el infinito de los mundos. Donde la bravía de los recovecos se difumina y tienes que aceptar el tiraje de las vidas. Allí quiero mudarme, al pedazo de guitarra donde bailé con el torso roto, bajo el escudo de Orion.

Sedimentos

domingo, 5 de mayo de 2013

De relojes desfasados hablaste. Hoy hablo de los míos:
Nunca estuve en el tiempo luminoso, no tuve la fortuna de estar en el tiempo luminoso de nadie: los matices del sol, las esplendentes monedas, el grito pleno de los simios en la selva: nada de eso es mío.
Para mí, el viacrucis. Para mí, los fardos sin aspiraciones. Yo pongo los cimientos sobre los que construirán sus paraísos delirantes, sus emociones plenas. Frijol en el fondo de la tierra. Las ramas para ascender al castillo son estos tallos maltrechos que dejaron arrastrarse como hierba muerta. Soy un despojo vegetal.

Ni siquiera para el rencor me alcanza ya el alma. No me duelen sus vidas plenas, nunca he sido una vulgar: me duelen mis ramas por las cuales escalaron, me duele no haberles merecido ni el esfuerzo, me duelen sus negaciones, sus ostracismos, me duele el silencio de mis ramas: no las nombran, nunca las nombran. A paso batiente ascendieron usándolas como escalones: nunca las nombran. El lodo de sus zapatos marchitó mis hojas.
Aturdida, ahogada enmedio de este dolor que no cesa, apenas me alcanza el alma para el llanto del no-tiempo. Me quedé entre las nunca y media y el cuarto para la eternidad. Vivo errante, soy el desfase que nunca fue, soy el camino que no se recorrió y por el cual se brinda con la profunda melancolía del que no la siente. Para mí todo el fardo de vanidades. De él, de ella, de los dos.

Todos están bien. Firmo y cierro. Click, los dejo a todos los demás también. Ya no quiero saber nada, enterarme de nada, aspirar a nada, saberme de nada. Click.

Se termina, parten a sus destinos felices. Parten con los trozos de mí en que construyeron sus mejores personas: me siento como perenne huésped del téchcatl. Ras, ras. Abren y sacan una y otra vez. Ras, ras. Sus mejores personas. Ras, ras. Las sonrisas que a mí no me tocan. Ras, ras. Las personas sensatas, productivas, estables que a mí no me acompañaron. Ras, ras.
No termino de esparcir mi alma por los ojos. Dicen que cuando más oscuro está, es porque va amanecer. La verdad, la sola mención de esa esperanza me erosiona, anticipa el siguiente ras. Rueda mi alma, rueda la tinta de sedimentos en que tornaron mi sangre. Soy el hígado del cosmos: purificas y te vas. "Se recibe todo tipo de cascajo", eso es lo que dejan. Sedimentos, se me vuelven diques, se me tornan muros. Ustedes siguen sonriendo, en sus camas afables, en sus abrazos ausentes de almohadas, en la tranquilidad de sus alianzas, miran de frente el promisorio futuro que a mí me negaron.
Me estoy desmoronando. Despojo vegetal con el ramaje hachado: las fibras se me deshilvanan. Soy el hígado del cosmos: purificas y te vas. Ya no se si me duele más la soledad o el saberme usada como filtro. Estoy en una inmerecida encrucijada, una broma cruel del Destino: si algún día vuelvo abrir la puerta, ¿quién me garantiza que esta vez no seré nuevamente empleada para construirse un feliz mundo, donde -¡oh lo sentimos!-, yo no quepa? Si no la vuelvo abrir más ¿cómo podré salir de este lánguido sendero sin aliada?
Me estoy desmoronando: brota el caudal de sedimentos por mis ojos. Creo que no tengo ya ni fuerzas para exhalar el aliento donde están ustedes dos anunciados en las redondeces de sus soles: todos están bien.

Puma de piedra

martes, 27 de noviembre de 2012

Ojo del águila, ría de flores, agua de luna, sortilegio de espuma.

Miro a través del profundo de tus ojos: un lago.
Aspiro tu aroma: es más humano que el mío.
Sueño tus campos de turquesa mientras -embravecido- el lapislázuli del lago pierde la calma
haciéndose eco de tu cadencia,
haciéndose eco de mis espasmos.

Escucho una especie de marea: me imagino espuma.


Te escribo desde el inexorable recoveco donde habito. Escribo mientras el sol te abraza en el piélago de sal donde te encuentres. Te escribo desde el otro lado mientras tu mundo extiende sus exuberantes brazos. Te escribo desde el margen de tus páginas que aún no leo. Clandestina, marginal. A comentarios tuyos me acorralan: no conozco el terreno, me quieren en un cepo. Clandestina, marginal. Permanezco en relativo silencio: de cualquier modo te adivinan en mi semblante. Yo por mi parte tengo humo en las manos. El humo, el agua, el lapso improbable de un tiempo que apenas y existió. En mis manos tu recuerdo esplendece. Literal: en mis manos.
Esto es una mala jugada del destino: milcuatrocientossesentayún días perdida en un laberinto de espejos. Me invade la ácida sensación de haber sido víctima de una comedia de enredos: corres en la ratonera paralela, en el otro laberinto de espejos, aquí junto, donde no tuve la suerte de encontrarte...o quizá el valor de romper los muros. Que se pudran. Tus paredes y las mías que se pudran. De cualquier modo ya estaban podridas. Su putrefacción abona el tardío despunte de esta historia digna de Utopía: camino gracias a ella, pero tus pasos van más delante que los míos.

Te conozco de un otro tiempo: la calidez de tu contacto así parece señalarlo. Nuestras cuerpas se acoplan con genésica calma, suaves, unísonas, sabias. Se reconocen, saben más de todo esto que yo misma (¿sabrás?).
Ría de flores, en ratos me miras sin expresión aparente, desconcertante. Te miro directo a los ojos, intento escudriñar, no lo consigo: eres tú quien desde el frío gesto me mira hasta lo profundo. Nunca me habían atravesado de esa forma. Sin entenderte, consigo establecer una comunicación novedosa por completo: estás en el fondo de mis ojos, te siento en la humedad de nuestras miradas.

Aniversario luctuoso

lunes, 26 de noviembre de 2012

Y si el reloj se desfasara por la asincronía de las risas en esta isla,
quedaría abrazada a tu memoria sepia de temblores sin vida
que en el baúl muchas veces he intentado guardar bien entallada
como monedas de oro antañas, en falta de armonías devaluadas
para cuando me alcanzara el maremoto del sol
entre los pujidos de las máquinas y el alquitran
nadando en nubes amarillas de las bocas desnudas
de todas las chimeneas que se botan de la risa
de ti y de mi
cuando, entre paredes pasteles navegábamos el futuro
planeando en el vaivén de la carne molida, la mía.

Hoy sólo soy yo en el casco
dentro del uniforme
soy yo y no soy nadie
porque no estás para reconocer el cadáver;
nadie sabrá si esta mordida fue de mi boca,
si este anclaje perteneció a mi navío.

Ven a cobrar los pedazos de luna que dejé
plantados en arena movediza por las dudas,
ven a recoger los trastos y las almejas rotas,
ven a montar el paisaje de nuestro aniversario.

Resplandores

sábado, 4 de agosto de 2012

Entre los libros, refulges. Nunca has perdido tu vitalidad, eres de papel, de aire, de luz: iridiscente. Logras obtener ambrosía entre las espinas. Radiante. Brillas y te mueves... un sueño de libros. Vieja realidad tras el hilo de una araña.
Caminaré en el enrase de una barda, me tragará la niebla. Soy de niebla... tú cultivaste con esmero la utopía, tus sueños más preciados. Atrabancada dices de mí. Yo podría decir de tí Tenaz. Circunspecta hago un alto en mi prueba mortal de equilibro. Me siento con parsimonia, enrosco alrededor de mis patas la cola, con calma, sin perderme un ápice del espectáculo refulgente que a mis ojos se regala: tú entre millones de libros.

Las naranjas, las líneas

martes, 17 de julio de 2012


Se llama Aristófanes. Como su inspirador, es un fiel adepto de la idea de una naranja partida en dos. Me quedé rota, pero no partida. Se quedó roto, pero ha encontrado el resto de sus gajos.
El problema aquí era entonces filosófico: yo creo en los caminos paralelos, él cree en la fusión trascendental trazada desde el origen de los tiempos. Se llama Aristófanes, lo digo en serio. De lo que no estoy segura es de que relacione su nombre con el asunto ese de la búsqueda del hemicítrico perdido. Dicen que nombre es destino.
Si acaso su pregunta es por mi estado de lucidez, les diré: soy firme entusiasta de los caminos paralelos pero no lo descubrí hasta que lo encontré a él, a mi reflejo en fractálicos gajos. Se llama Aristófanes. Tiene una esplendente cabellera y un doble famoso. También posee un pertinaz sentido del humor, afable, agudo: como un espadín de terciopelo. Su humor es metáfora de su númen. Espadín de terciopelo, brillante como un pequeño tomín Se llama Aristófanes y a pesar de haberse encontrado con sus gajos complementarios, parece ser que estos eran otros, importados... qué curioso: de una región naranjera.
Yo, que fui esos gajos, no los soy. Y no los soy porque descubrí que soy entusiasta de los caminos paralelos. Es feliz. Eso es reconfortante. Yo... bueno, las líneas paralelas no se cruzan jamás... son cosas de la necia geometría.

Caminar

sábado, 7 de julio de 2012


Hoy he perdido el respeto
Tal vez esté escondido detrás del muro
Sobre el que ellos pegan carteles
O quizás debajo de todos esos anuncios
Que ellos me hicieron ver cada día
Pero no sólo he perdido el respeto
También se me ha ido el rencor
Entre los labios de ella que me sonríe
Por los ojos brillantes del que camina
Sosteniendo en arco perfecto
La pesadumbre de una consigna.
Hoy he caminado tanto
Con el ojo semidesnudo, como ayer
Cuando era yo quien gritaba con arrojo
Cuando eran mis manos que construían
Los sueños que a otros me han unido
que,  con huellas de sol me han hendido
A caminar, como ellos
Hoy ya no tengo respeto
Por lo que ayer sentía temor
Por el mounstro del ardor
Que tal vez nunca llegó
Pero también se me ha ido el rencor
Entre los pasos del otro que me da sol
Entre el don  de las paredes cuando hablan
Cuando me repelen a la alborada
De un tiempo mejor

Sin título

sábado, 26 de mayo de 2012

Podrás querer eternizar este olor a rancio que diluye mi ansiedad de ti Y decir entre parpadeos todo lo que en verbo no puedes pronunciarte tener asco de ti, obviar el martirio de tu espera, arremeter y olvidar todo Podrás querer entronizar la cordura del dolor que nunca aguarda la paz y herirnos en tres tiempos todos los días que no estés cansado de morir linchar la palabra izada sobre los escombros que deja la guerra extinta Podrás no querer tirar más sales sobre una mar pletórica de desahogos pronunciar el olvido como rezo en las catacumbas donde yace el decoro olvidar olvidarnos reviviendo en cada escena el desenlace de los llantos Podríamos no querernos y amarrar nuestras pupilas al puerto del hastío asediar el placer insano de atragantarnos con tantas angustias mutuas proseguir con la huida por las deformes calles que nos llevaron al templo En cambio quisiera terciar con la develación de los ardores tan arraigados que como mulas de carga hemos llevado en la soledad de nuestros brazos sentenciarlos a ser estridentes jugos azules de magueyes claros en las venas que en dos tiradas de sol se evaporen como perfumes finos dejando nada. Podrías insistir en enviar la puesta de sol a un hemisferio de hurañas platas pero este arco de luna que sobre las perdidas cuentas de amor se impone No espera para guarecerse risueña en el destello de la ruidosa hecatombe.

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                                                                                                             Del diario de Emma

Matar la cabeza con números

Estudio rosados trazos de vagabundo con números consecutivos mientras agoniza el humo del cigarro, aquél con el que mato el entumecimiento de los labios a falta de tu terciopelo dorado. Te conozco bien, sé cómo te ufanas de tu encierro, hay tanto de ti en mi misma. Vuelvo al cuatro b ochocientos dos, guión A. La colita del cuatro se mueve y no me permite pasar del cero, tan vacío él, tan redondo, me multiplico por ti y da lo mismo, sólo tú, tú y tu soledad, tú y tu egoísmo, tú y tu vacío. Sé bien que soy el aderezo de tu naufragio, que secretamente me exiges todo el cariño que te estoy guardando en una hoja de cálculo. Todos los besos que no te di en marzo, me los restriegas en la cara, en cada ocasión, cada que te presentas sin darme algo, eres un par de bits. Mis cuentas no están limpias, hay tantos borrones digitales como plumas en mi escritorio, pero el episodio del náufrago es, sin duda, el único que me da vergüenza borrar de mi bitácora. Es el único que me confiere humanidad de entrada, esa cualidad intrincada de echar a perder todo haciendo bien mis matemáticas. No pude tirarme de cabeza, pero debes admitir que tú tampoco. No puedo ser un bufón, la sinceridad no me da para ello y menos las cuentas. Hay un espacio donde no cabe la incertidumbre y en él hago mi casa, pongo mi armario, lleno de seriales, de marcas, de ataduras. Yo calculé, tú reíste. Yo soy un robot, tú un árbol seco. Y ahora que te pienso en los intervalos que no estoy en piloto automático, me siento tan extrañamente perdida entre tantas ilógicas, entre tantos menesteres que no habré de cumplir para servirte en tu encierro, entre tantas preguntas que no puedo formular en unos y ceros. Tendré que verte, justo después de terminar mi ingeniería, con un signo de interrogación en la cara. Tocarte aunque sólo nos generemos inconstancia y vida, espera y vacío. Tengo que pesarte. Pero si de algo te sirve mi ingenio, te diré que no puedo pensar en ti y el cero. Genera error de ejecución, no puedo ser nada y dar todo. Necesito integrarte con la cabeza, para no matar el corazón con números aleatorios.
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                                                                                  Texto de Emma

Homenaje a una torre de fuego

jueves, 24 de mayo de 2012


En un anfiteatro, como siempre, los rostros que se alzan en todos los asuntos de interés mundial; el atropello a la dignidad humana, la pobreza, la ecología, la administración pública, el sindicalismo, cientos y cientos de querellas internas y externas, nacionales y extranjeras. Son los que no se cansan, la semilla de todo. Y ahí estan, y ahí seguirán. Pero más revitalizante es, cuando aquellos que no vemos caminando en la calle, se desnudan de la nata que dificulta la visión, la visión de aquellos que desde su anacrónico juicio los pinta callados y blasfemos contra todo lo solemne y lo digno, lo noble y lo productivo.
¿Qué sabe uno, pues, de la evolución desde la óptica en el mismo punto de siempre? La juventud se mueve en su revolución biológica, mental, trascendental como es para el avance de la vida. Y la juventud no calla, hace todo menos callarse. Si andan con las nalgas de fuera, habrá quien les llame impúdicos, si pintan con sus jergas callejeras, habrá quien le pinte encima con la brocha blanquecina y, como es de esperarse, si no gritan al tiempo que todos lo esperan, se les reprochará de impávidos o peor, desinteresados. Al final, no se podrían llamar jóvenes si hicieran lo que todos esperan de ellos. Por eso es tan poética su aparición en cualquier escenario; improvisada, revoltosa, diferente, inesperada.
En el anfiteatro, donde ahora se debaten durante largas horas los temas duros de interés nacional, se “sabe” que ellos no moverán ni un dedo, que dejarán correr los ríso de sangre, que mancharán las mentes de basura televisiva, que callarán… Pero ¡bendita estridencia que hace estallar hasta esas butacas! Quien se ocupe en definir lo que sucede, está perdiendo el tiempo.
Hace más de medio año escribí largos tratados sobre la condición del NiNi, ese aislamiento del todo, esa escisión del movimiento humano “civilizado”. Hoy es tema de campaña electoral, porque si hay algo que sí sabemos todos sobre los jóvenes, es que su anuencia es un tesoro codiciado, en tanto impulsivo y escandaloso. Caemos, como moscas, rendidos a tratar de entender lo que nace de ningún lado con ningún objetivo más que el de cambiar y a admirar cómo, la actividad no planeada, resultó la más efectiva. Pero nos estamos engañando, el grito de cambio es su grito de todos los días, el que no escuchamos porque sólo podemos aprobar lo que entendemos. Ayer su adicción a la red representaba deseperanza para los repartidores de panfletos de antaño. Ayer su ingenio ejercitado en sinnúmero de estrenduosidades era signo de la decadencia de los tiempos. Hoy, su condición, que no ha cambiado en unos días, es la bandera de todas las campañas, no sólo las electorales, sino también las intestinas, como todo observador que intenta apropiarse de la belleza, internalizándola, fundiéndola en lo que nos ocupa, en lo que deseamos. Sólo cabe dejar ser, ceder todo reflector, dejar de solemnizar, de amenizar, de juzgar, de patriotizar. Acá nosotros sosteniendo el mundo, allá ellos armonizándolo con bestiales gritos de amor, con los ritmos cardiacos que no cesan de perturbarse con el mínimo desequilibrio de las sombras, con el arrojo del brote que se hace saltar a la vida sin esperar el rayo del sol, con las infinitas contradicciones que dan lugar al crecimiento, que nos obligan a subir al siguiente escaño a regañadientes. Que así sea

Nadie les ha enseñado a hacer lo que estan haciendo; nadie le enseña al árbol la forma de dar sus hojas y sus frutos.” Julio Cortazar, Homenaje a una torre de fuego


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                                                                                      Publicación de Emma

Sortilegio

jueves, 14 de julio de 2011

Cáiganle todas las deudas pendientes, maleficios reservados para este tiempo en que puede significar la vida otra más de sus tropelías.


Arrédrense, demonios de la envidia humana de embestir a quienes avanzan y cortar las líneas que entrelazan al uno con los otros en una sociedad en la que un falseo puede significar el aislamiento total.


A picar el corazón de Quetzalcóatl con el mejor de los argumentos para su causa, hoy casi por entero fallida ante la oleada de rojos juveniles que no son rubores.


Oríllate, fuerza del no hacer, del no hablar, del no ser para que tus hijos no estorben la plenitud de la voluntad inquisidora, creativa, cognoscitiva.


Que la nada nos deje, nos avise de su existencia únicamente por la renuencia de los dañinos a actuar contra su especie, contra los otros, de quienes no pueden obtener el alma a base de amasar los rencores perpetuos.


Disuélvanse, concentraciones de éteres anímicos que sólo sirven para romper voluntades, deseos, felicidades, que contienen los desplazamientos.


Reúnanse entonces las entidades poseedoras de las partes de la naturaleza humana cuya falla confluyente nos retiene en el miedo, la ansiedad y el conflicto. A concentrar la fuerza de lo que florea y crece, de lo que avanza y no cede, de lo que apremia y triunfa.

Paciencia

viernes, 8 de julio de 2011

Una hormiga arrastrándose por tu boca harta de ganas de volcarse a opinar sobre cada tonalidad de cada tema de cada situación en cada día del año.


No temer siquiera por tus reacciones ante mi explosividad, sino aterrarme porque nunca se sabe cuando estoy contigo, si estoy monologando o no.


Andar y andar, como si no se nos fuera la vida caminando de una cuadra a otra siempre en círculos, siempre perdidos y en la acera equivocada.


Recibir diario lecciones que ya no requiero aprender en lenguaje mal utilizado con terminologías que no existen sobre temas que ya conozco y me aturden.


Girar y girar sobre un eje inclinado con la esperanza de que un día estaremos derechos, mirando el horizonte desde la mejor perspectiva posible.


Una caminata, una lágrima, una palabra, cuando cada una de ellas han desgastado a punta de sobreuso su significado, nunca una certeza.


Un sol que alumbra en el mismo ángulo todo el día hacia la misma piel que cubre un cuerpo en la misma posición, un sol que no calienta, sino quema.


Gatear y arrastrarse sabiendo que no habrá medios para correr ni meta hacia la que se quiera llegar por este camino plano y soso.


Un reloj que cada día me hace lucir más cansada y a ti no te cambia una sola facción, una sola opinión, una sola idea, alguna manera de percibir.


Tener lo que se necesita y no lo que se quiere veladamente, lo que sólo se pronuncia en la parte de atrás de un sueño fugaz de acetileno.


Ahorrar voluntad, querellas, satisfacciones, explosiones, fiestas, cosas compartidas, compradas, alquiladas, subarrendadas, endemoniadas, toda la sazón de la vida.


¿Alguien me puede pasar la sal?