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lunes, 24 de noviembre de 2014

Vamos a escribir la historia del asalto, ésta mañana que la tenemos fresca, como todos los días que la amanecemos hinchada de hedores y angustias, pintados con tinta en el papel periódico, en el alma de papiro de lo que la gente habla y recrea en el camino. Nos mojamos los labios, tomamos un respiro y comenzamos la queja -un decibel arriba-, el desencanto -dos decibeles más-, la indignación -tres decibeles-, la rabia. Hoy la ciudad está en movimiento, esperando encontrar 43 muchachos corriendo, o apresados, enjutos y acurrucados en lugares oscuros. Mientras tanto, los buscadores de minas de oro mediáticas esperan encontrar cadáveres desollados, martirizados, la imagen del horror como castigo ejemplar para los vivos. Siendo hoy día de muertos, quieren entablar un diálogo imaginario con la vida después de la lucha e imponerle el discurso de la traición y la impureza, de la muerte castigadora, como si Mictlantecuhtli se llevara a la boca las pasiones de la humanidad en represalia. Están errados; el miedo es la muerte de la eternidad y la valentía da vida a la continuidad. No podemos recapitular cuántas vidas se han perdido en los Octubres, cuántas el resto de los años en el notorio silencio de la comedia comercial que nos embriaga para perder el sentido de unidad. La gota de sangre no respeta límites territoriales, es fluido que se derrama y que se evapora, que entra por las narices de los que vivimos sentados ante una pantalla de celular, de computadora, de televisión. Es el aviso de la muerte, el que nos enciende el alma para esculpir el renacimiento. Porque el deceso no lo marcó la sangre, sino la apatía. Ellos son nuestros muertos, los mató nuestra cobardía de encarar la sociedad que se nos desgranaba entre los dedos desde hace años, la omisión que permitió el crecimiento de la deshonestidad, de la usura. Y el hambre, cuando se trata de poder no tiene límites. Y la injuria, cuando se trata de adelantarse al desequilibrio del poder no tiene límites. Y el arrojo, cuando se trata de sobrevivir a la injuria no tiene límites. Entonces estamos aquí, recrudeciendo 43 voces casi infantiles de arrojo, cuando ya no las podemos escuchar.

Declaración

domingo, 27 de julio de 2014

No será la turba mañanera quien te exponga el velo de nubes
o el pálido hongo de maíz quien te explote las venas de ámbar
cuando yo te intuyo omnipresente entre los poros de mi plata
sintiéndote resonar en el intestino con paso de mantra actuada
acotada entre comillas, externa al margen de nuestras revolturas
foránea y sin caricias de totalitarismo afectivo en mi vientre
púdrase el hongo
y la turba
cuando estés allá aterrorizando los soles con tu gélido aliento,
buscando calor en tu gran saco atiborrado de reservas caducas,
cuando me halle paseando en tu destierro con el cuerpo extendido,
con los brazos molidos de distancia entre tu carne y mi ser.
Acércate un día de estos, un día en que no gimas rabia sonriente
en que el estupor de las noches no te disuada de mi abrazo
y acércate en serio, como si no me hubieras ya cerrado el caso
acotado entre comillas, externo al margen de nuestros ataques,
impersonal y sin pausa entre espirales de suspiros extintos.
púdrase el hongo
y la turba
en un día como hoy que te pienso volando entre mis pausas internas
cuando estoy acá invisibilizando lo que de cierto me he revelado
buscando calor en mi gran saco atiborrado de reservas austeras
con las palabras molidas de quien se rinde a la insolación del aire
Y una vez ahí, en ese tiempo, acércate a interrumpirme el despojo,
a plagarme la piel con los retazos de la tuya cuando has mudado
a tomarme el cuerpo extendido sin la locura de tus años de fiambre
anda un rato en la turba mañanera
y ven gimiendo amor sonriente
con los brazos molidos de caricias
de las aves que te negaron el vuelo.

San Pedro

¿Y si esta luna de alpaca se convirtiese en una lluvia de estrellas? ¿Serías capaz entonces de reclamar el desierto y solventar la verbena de la vía láctea? ¿Bailar conmigo? ¿Dejar de conversar en picada y tomar otra nube que no se quede atrapada entre la cordillera? Mira tanto vacío con tanto silencio, los mejores aderezos y los más raros en todo régimen. Deja al océano descansar del recuerdo de los ríos. Tanta arena y tan poca sal. Mis ojos, físicamente tan poco bendecidos fueron seleccionados para nutrirse de este mechón blanco de universo y no estamos aquí, como nunca estamos en ninguna parte, como no estoy donde tu escándalo no renombra los sueños.
En el fin del mundo parezco estar, todo el tiempo. Me caigo por la Patagonia y me levanto por los Alpes. Pero Atacama será siempre el lugar donde me vine a hacer chiquita, una hormiga en un reloj en una acera en un parque en una ciudad en un continente en un mundo en el infinito de los mundos. Donde la bravía de los recovecos se difumina y tienes que aceptar el tiraje de las vidas. Allí quiero mudarme, al pedazo de guitarra donde bailé con el torso roto, bajo el escudo de Orion.