Paciencia

viernes, 8 de julio de 2011

Una hormiga arrastrándose por tu boca harta de ganas de volcarse a opinar sobre cada tonalidad de cada tema de cada situación en cada día del año.


No temer siquiera por tus reacciones ante mi explosividad, sino aterrarme porque nunca se sabe cuando estoy contigo, si estoy monologando o no.


Andar y andar, como si no se nos fuera la vida caminando de una cuadra a otra siempre en círculos, siempre perdidos y en la acera equivocada.


Recibir diario lecciones que ya no requiero aprender en lenguaje mal utilizado con terminologías que no existen sobre temas que ya conozco y me aturden.


Girar y girar sobre un eje inclinado con la esperanza de que un día estaremos derechos, mirando el horizonte desde la mejor perspectiva posible.


Una caminata, una lágrima, una palabra, cuando cada una de ellas han desgastado a punta de sobreuso su significado, nunca una certeza.


Un sol que alumbra en el mismo ángulo todo el día hacia la misma piel que cubre un cuerpo en la misma posición, un sol que no calienta, sino quema.


Gatear y arrastrarse sabiendo que no habrá medios para correr ni meta hacia la que se quiera llegar por este camino plano y soso.


Un reloj que cada día me hace lucir más cansada y a ti no te cambia una sola facción, una sola opinión, una sola idea, alguna manera de percibir.


Tener lo que se necesita y no lo que se quiere veladamente, lo que sólo se pronuncia en la parte de atrás de un sueño fugaz de acetileno.


Ahorrar voluntad, querellas, satisfacciones, explosiones, fiestas, cosas compartidas, compradas, alquiladas, subarrendadas, endemoniadas, toda la sazón de la vida.


¿Alguien me puede pasar la sal?

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