Podrás querer eternizar este olor a rancio que diluye mi ansiedad de ti
Y decir entre parpadeos todo lo que en verbo no puedes pronunciarte
tener asco de ti, obviar el martirio de tu espera, arremeter y olvidar todo
Podrás querer entronizar la cordura del dolor que nunca aguarda la paz
y herirnos en tres tiempos todos los días que no estés cansado de morir
linchar la palabra izada sobre los escombros que deja la guerra extinta
Podrás no querer tirar más sales sobre una mar pletórica de desahogos
pronunciar el olvido como rezo en las catacumbas donde yace el decoro
olvidar olvidarnos reviviendo en cada escena el desenlace de los llantos
Podríamos no querernos y amarrar nuestras pupilas al puerto del hastío
asediar el placer insano de atragantarnos con tantas angustias mutuas
proseguir con la huida por las deformes calles que nos llevaron al templo
En cambio quisiera terciar con la develación de los ardores tan arraigados
que como mulas de carga hemos llevado en la soledad de nuestros brazos
sentenciarlos a ser estridentes jugos azules de magueyes claros en las venas
que en dos tiradas de sol se evaporen como perfumes finos dejando nada.
Podrías insistir en enviar la puesta de sol a un hemisferio de hurañas platas
pero este arco de luna que sobre las perdidas cuentas de amor se impone
No espera para guarecerse risueña en el destello de la ruidosa hecatombe.
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Del diario de Emma
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