Basta de sangre

domingo, 8 de mayo de 2011

El país es un cuerpo, debe estar perfectamente articulado para cumplir sus funciones. Si hubiera nacido manco o con una distorsión visual, aún podría ser perfectamente capaz de cumplir, a través de la interacción de todas las partes, con su objetivo primordial de ser.


Nuestro país tiene una cabeza que piensa en intereses que no corresponden a los del bienestar corporal, cuenta con brazos débiles que no logran ejecutar movimientos finos, de precisión. Su visión es correcta, sin embargo está empañada por las lágrimas de siglos y siglos de subyugación psicológica y sentimental, una falta de autoestima notable. Los pies, sin embargo, son firmes y continúan la marcha aún cuando no hay rumbo, sorteando las piedritas en el camino y brincándose las bardas.


Hoy, sufrimos de una hemorragia incontrolable. El cuerpo ha sido incapaz de ejercer la capacidad de coagulación de la sangre, principalmente porque las uñas insisten en rascar la costra y hurgar en la herida. Basta de sangre. Los pies temen caminar porque están viendo su líquido vital convertido en un charco, a través del cual tendrían que pisar, cínicamente, como si no se tratara e su propia vida la que yace en la tierra. Basta de sangre. Parecería muy burda la consigna y sin embargo, parar esta hemorragia consiste en articular a todo el cuerpo; desde obligar a la cabeza a pensar en su propio cuerpo hasta limar las uñas y destensar los puños para que los dedos se concentren en construir, crear, ingeniar. Pasa por el mantenimiento del cuerpo entero; cuidar los pies, fortalecer los músculos de los brazos, dejar de introducir sustancias que causan taquicardia, abrir la boca y lograr una conexión que haga transmitir las necesidades de todos los elementos para convertirlos en verbos. Por supuesto que resulta una ansiedad reformista. Detener la hemorragia no es colocar un curita, es articular el cuerpo.


Basta de sangre. No porque sea roja, porque se vea fea, porque sea viscosa, porque huela raro cuando se seca, no porque temamos a nuestros propios fluidos y humores. Basta de sangre porque con cada heridita que se abre y no deja de sangrar, se reduce la capacidad vital de todo. Se solicita a la cabeza actuar, no al hongo de los pies ni a la infección estomacal. Las afecciones no piensan por el resto del cuerpo, simplemente cumplen con su propio modus de supervivencia, en su propia lógica infecta y se montan en lugares ya de entrada propensos a ser insalubres. Se solicita a la cabeza dejar de mandar a las uñas a rascar las heridas en busca de más infecciones, hacer de este cuerpo un cuerpo sano donde no florezcan las enfermedades, aunque nadie se salva de estas, pero no tiene por qué ser un mal tan cotidiano. Se solicita a la cabeza permitir la rehabilitación. Basta de sangre. Se solicita a la cabeza dejar de pensar en darse de balazos para matar a las bacterias mientras las colonias de estas siguen creciendo en todos los huecos purulentos que se dejan sin atención. Los puños son para defenderse cuando se nos quiere atacar, no para martillar nuestra propia piel. Caminar, sólo hacia el propósito esencial del todo y no entre el charco de nuestra vida. Basta de sangre.


0 comentarios:

Publicar un comentario