Que tú eres callejer@, street fighter

viernes, 25 de marzo de 2011

Nadie se salva de andar de pendenciero. Siempre peleando por aquello sobre lo que no se tiene control absoluto, remediando en la cabeza lo tácticamente insalvable. Cuando no es por lo justo, es por lo banal; cuando no es por la dignidad propia es para el demérito del otro. A veces peleando por la tranquilidad se trastornan los ánimos pacifistas y deviene todo en una absurda pelea. Es ir en bicicleta cruzando entre dos postes cuando vienes encarrerado y en línea recta, pensar “vaya, si pierdo el control, me estrello” ¿y qué haces? pierdes el control, quizás para demostrarte la hipótesis de lo lacerante que es perderlo, quizás porque no puedes soportar la idea de salir bien sin hacer absolutamente nada más que lo que ya estabas haciendo.

Así son las relaciones a veces. Crear problemas “existenciales” para no descubrirte inseguro, arremeter contra cualquier acuerdo para demostrarle al otro tu supuesta independencia –si la tuvieras, no necesitarías hacérselo saber a punta de agravios-. Pelear para justificar conductas perjudiciales al amor y después pelear por no ser amado. Pelear con los demás para que acepten tu situación autoflagelante. Pelear después para que dejen de juzgarte débil. Pelear para crear barreras, después pelear para derribarlas. Destruir todo lo rescatable de un amor espontáneo. Después pelear porque no se tiene nada. Perder el control para demostrarse a uno mismo que puede hacerlo.

Qué fácil sería ir en línea recta, pasar entre esos dos postes, entre esas dos tentaciones, evitar las mentiras, evitar el agravio, correr a través de esa corta distancia donde, sin embargo, cabes perfectamente con los brazos abiertos. Pero al final de cuentas, ¿a quién le gusta lo fácil? ¿A quién le gusta lo bonito? ¿A quién le gusta el éxito?

Consigamos una linda chica, un guapo galán, una persona decente, civilizada, atenta, amorosa, comprensiva, inteligente y que nos ame. Destruyamos su espíritu, hagámonos a la tarea de saquear lo más bello entre sus virtudes. Logremos que se sienta la persona más horrible, rechacemos su decencia, hagámosla sentir culpable por su propia inteligencia, por su paciencia. Castiguémosla con infidelidades, con mentiras. Tomemos a todas las personas importantes en nuestras vidas y convirtámoslas en sus enemigos jurados. No la dejemos ser, no la dejemos pensar, no la dejemos estar en paz. Mandémosla a freír espárragos a la primera provocación. Cuando tengas una piltrafa humana, ruégale que regrese y regresará porque no tendrá a dónde mirar; la habrás cegado. Mira todos sus defectos recientemente adquiridos y castígala por ellos. Pelea porque sea decente, civilizada, atenta, amorosa, comprensiva, inteligente. Pelea para que te ame. Entonces te graduarás de pendencier@. Tendrás el reconocimiento de todos por ser “aguantador”, por “hacer sacrificios”, por “luchar”. Demostrarás tu hipótesis: que sólo tú tienes el control de tu miseria. Que nadie puede venir a decirte que seas miserable, que tú lo puedes ser a voluntad. Que te puedes estrellar en el poste sin importar para dónde está soplando el viento, sin importar la estrechez del camino, sin importar tu lucidez actual. Que tienes valentía para salir bien librad@ de las batallas más cruentas, que tú eres callejer@, street fighter.


0 comentarios:

Publicar un comentario