Elephant woman

domingo, 29 de mayo de 2011


Tu aliento me sigue como veneno. Tu voz me sigue como veneno. La seda de tu espesa cabellera me sigue como veneno. Las ostensibles variaciones físicas de tu cuerpo me siguen como veneno. Tu perfume me sigue como veneno (el olfato herido es una realidad rojo carmesí; flagelado aleatoriamente en la perfumería, en el paso de alguien, en la aglomeración del metro, en donde sea que aparezca). Tu música me sigue como veneno. Tu nombre me sigue como veneno. Los atardeceres plenos de viento y silbatos de trenes me siguen como veneno. Tus intrincadas calles me siguen como veneno (finalmente son la raíz de mis entrañas). Tus rincones me siguen como veneno. Tus aromas ocultos me siguen como veneno. Tus amados pasajes surreales me siguen como veneno. Tus accesorios cotidianos me siguen como veneno. Tu sublime gastronomía me sigue como veneno. Tus travesías recreativas me siguen como veneno. Tu sello personal me sigue como veneno. Las plantas de tus ajados pies me siguen como veneno. Tu mirada me sigue como veneno. Tu lastimada piel me sigue como veneno. Tus secretas frases me siguen como veneno. Tus parafilias me siguen como veneno. Tus excéntricas casualidades me siguen como veneno. Tu ropa me sigue como veneno. Y lo peor sigue siendo que tus palabras me siguen como El Veneno, devorándolo todo a mi paso, alcanzando las níveas ruedas con las que pretendo huir para siempre de tí...


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