Oligofrenia

lunes, 16 de mayo de 2011

-Intolerancia interrelacional o “de cómo indefectiblemente te metes a la casa de los espejos cuando comienzas a cruzar los puentes que separan a tu casa del resto de la colonia”. Que si te ves distorsionado a través de otra subjetividad autoconcebida como realidad absoluta entonces es tu culpa por no saber que la parte abombada te hace ver más gordo. Que deberías adquirir una clásica pose de tres cuartos, ceja alzada y sonrisa sensual cada vez que alguien grite “foto”. Que si no eres glam como nosotros, entonces al menos podrías intentar no ser tan naco… como nosotros. Que si alguien en el pasado ya puso la medida, entonces tu obligación es tener 2.5 cm menos de estatura y se ha instaurado una multa por no ser anatómicamente compatible.


- Conflictos por desavenencias sináptico cognitivas, o “de cómo, no inteligir lo otrora inteligible te hace partícipe en la ininteligibilidad de la identidad propia”. Que si te digo camioneta y me contestas en términos de la troca, pasamos de tener una charla superflua a comentar largamente acerca de los procesos mentales que nos llevaron a sendos malentendidos, una y otra vez. Que si soy secuencialista y tú puntual, que si soy holística y tú particularizas. De cómo la pirámide de lo general y lo particular está invertida entre tú y yo y debemos encontrarnos a la mitad, calculando las coordenadas en términos de dos triángulos rectángulos que se tocan pero miran, cada uno, hacia el hemisferio que le corresponde.


- Omnipresencia de la ingrata realidad, o “de cómo nos encontramos dentro de una jaula cuyos barrotes no tienen presencia física en nuestro entender pero percibimos que de algún modo esotérico estamos enjaulados”. Que si nos atrevemos a dislocar ligeramente las convenciones marcadas por nuestra idiosincrasia, todo mundo se da color excepto nosotros. Que resulta necesario que se te proteja por tu condición, mientras que la mía supuestamente es inalienable, aunque al interior de nuestra dimensión tú me guías en mi ceguera de lo sutil y yo me reordeno en parámetros más amigables a mi existencia. Que estamos transgrediendo mi inteligencia y tu nobleza al juntar polo con polo y nos hemos convertido en fenómenos de circo mientras nos preguntamos por qué afuera están haciendo tanta acrobacia y ridiculez.


- Clichés sociales, o “de cómo la libertad no debería tener un límite en relación con la libertad del otro, sino con respecto a la percepción ilusoria de la libertad ajena basada en parámetros inasequibles para el que es verdaderamente libre e inofensivo para los demás”. Que si nadie te dice que la luz roja significa alto, aún así deberías tener tatuado en tu ADN que el rojo significa que no te muevas. Que ser excesivamente atento es alienante para quienes están acostumbrados a la indiferencia. Que si yo actúo prohibiéndome excesivamente los espacios de los que he sido rechazada y tú actúas permitiéndote excesivamente todos los espacios hasta que se demuestre tajantemente que deberías ser rechazado de los mismos y nadie es capaz de demostrártelo tajantemente, ya que eso implicaría romper con el acuerdo tácito de no hablar de lo obvio –que no lo es- y se convierte en un círculo vicioso de falta de acuerdos debido a falta de delimitaciones debida a falta de comunicación debida a falta de acuerdos. Que si yo te doy un instructivo de clichés sociales los asimilas fácilmente en tu maquinaria social pero al final de cuentas, yo también soy socialmente atípica, de tal manera que terminamos navegando en aguas turbulentas sin brújula.


- Mundos pequeños “o de cómo me fui por el camino amarillo y en lugar de terminar en Oz, terminé en la casa de la tía Emma –la tocaya bonachona-“. Que si me fui a exiliar de todo lo demás y te encontré en la dimensión paralela, sólo para descubrir que eres extrañamente familiar e inexplicablemente reconocible. Que eres un deja vú del que no tengo memoria sensorial ni cognitiva y todo el tiempo hemos estado a un paso de vernos. Que somos vecinos pero jamás te di los buenos días hasta que nos fuimos a encontrar en otro país. Que había una puerta dimensional que requería justamente de esta reacción en cadena, de esta serie de coincidencias cronometradas para que tú y yo combináramos en espacio, forma, tiempo y ánimo.


- Robots anarquistas, o “de cómo llegué a la conclusión de que todos tenemos derecho a nuestra locura particular y preferí hacer currículum tolerando lo desconocido que hacer costra adaptándome al cinismo imperante”. Que si unos somos amarguetas olímpicos mientras otros son trágicos artistas y unos cuantos más viven en la letra de una canción de Sabina, entonces no importa que haya n cantidad de manadas con personalidades compatibles e incompatibles con la de uno mismo, mientras estemos conscientes de que no hay morado sin la conjunción del rojo y el azul. Que si piensas que no eres normal entonces te contesto que nadie es normal y te cae de sorpresa que los seres humanos no se manufacturen en una línea de producción, bajo estrictos estándares de calidad que los llevan a ser colectivamente unidimensionales. Que si los demás nos asumimos unidimensionales, nunca terminaremos de sufrir la otredad como afrenta, por lo que quizás el ejercicio de tolerar lo propiamente inconexo nos haga más humanos y menos objetuales.


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