RoboNINI

viernes, 27 de mayo de 2011

Iba en el micro distanciándome de los sujetos que venían contenidos, una costumbre mía. Cuando no callo las voces con un buen ipod o con la radio, me sustraigo en las letras de un libro, el caso es tomar distancia pero en esta ocasión me fue imposible. A un lado mío, una mujer como de mi edad, hablando por celular. Es difícil saber de qué se habla cuando sólo se escucha un lado de la conversación y generalmente no me interesa, pero esta única voz que se enviaba por microondas a otro lugar venía acompañada de intensos quejidos y sonidos característicos de una nariz llena de mocos tratando de despejarse para respirar. Lloraba y lloraba. Imaginé que era uno de tantos melodramas callejeros que a las parejas les gusta escenificar por vía remota o presencial, pero escuchando con atención, descubrí que las quejas aludían a un examen de selección para maestría y no sé si serán mis prejuicios distorsionando la calidad de mi audición, pero al parecer la maestría a la que aspiraba esta mujer era en Ingeniería.


Total, hay a quien le estresan desmedidamente los exámenes, pero la trama se siguió complicando. “Me empecé a preguntar: si no entro, ¿qué voy a hacer?”, una pregunta completamente normal, siempre hay que tener un Plan B para lo que se emprende. Sin embargo esta era una auténtica angustia acerca del futuro a mediano plazo. De no entrar a la maestría, no le quedaría más que meterse a trabajar por un año, hasta que pueda repetir el examen. Posteriormente relataba que lleva 5 años intentando conseguir un trabajo en su área de interés, sin éxito. Esta parte es en la que a mí, ente X que tuvo la suerte de sentarse junto a ella, se me enchina la piel e inmediatamente empiezo a vibrar en su frecuencia. Resulta que la aspiración a la maestría no era más que un subterfugio para retardar la continuación de una vida, no de desempleo, sino de frustración profesional. Recordé a otro amigo quien, gozando el honor de una maestría en un tema muy “sacalepunta” de la ingeniería avanzada, en varias ocasiones me contó sus penas acerca de la búsqueda incansable de empleo. “Es que aquí no hacen satélites”. Pues no, obviamente, con todo y que el Congreso tuvo a bien crear una agencia espacial –sin presupuesto- y hacerse de los mejores tecnólogos y académicos en la materia para idear un proyecto que para el resto de la sociedad parecía ridícula. Los problemas no paraban ahí para él; haber alcanzado un posgrado le había quitado la oportunidad de hacer experiencia profesional y en la industria, después de los 23 puedes considerarte viejo para empezar.


Esta situación pone todo en perspectiva, ¿a los 23 se acaban las opciones? ¿Tienes qué soplar la velita de tu pastel de cumpleaños con el único deseo de “es ahora o nunca”? ¿Será que para los 25 ya deberías tener un coche, a los 26 comenzar los pagos de una casa y casarte en el intermedio? Si es eso, la chava de junto y yo estamos verdaderamente jodidas, y peor siendo ingenieras, sí ingenier-AS; para la industria es como decir “te mando a este basquetbolista chaparro”. Bueno, no quiero ser tan ingrata como para tildar a la industria de machista, la verdad es que hay una gran cantidad de trabajos en los que somos bien recibidas en las áreas de ventas y administración y además algunos que otros están avanzando en entender que un ingeniero no es un albañil o cargador de algo, para lo que se requieren ciertas virtudes del género masculino. En fin, repasando los casos de mis compañeros y amigos, se cuentan con los dedos de la mano los que están obteniendo su sustento de algo para lo que estudiaron, fuera de los que le tiraron a un posgrado, que se cuecen muy aparte.


Esta chica expresó, en ese trayecto de media hora, todo lo que yo no me puedo decir a mí misma. Me lo sugieren en mala leche en algunas ocasiones, otras veces con legítima preocupación. ¿Qué puedo decir?

a) Ya mero

b) No estés chingando

c) El trabajo no es para mí

d) Me voy de mojada documentada a Europa o Canadá, allá sí valoran a la gente como yo, pero déjame ahorrar.

f) No, si soy feliz trabajando de secretaria bilingüe/traductora/correctora de estilo/[Inserte aquí actividad profesional para amas de casa con deseos de superación económica] con estudios en ingeniería.

g) Me voy a casar con fulanito, el sí tiene futuro, no te preocupes

h) ¿Y tú por qué no te has titulado de tu segunda carrera/jubilado/divorciado de tu marido infiel/comprado una casa/[Insertar aquí metas incumplidas de la otra persona, entre más personales, mejor]?


He optado por i) Relatar largamente los últimos avances obtenidos, por muy pequeños que sean, con mucho detalle, numerosas palabras difíciles de entender y altamente entusiasta, hasta que el interlocutor se abrume/canse/duerma/aburra/desoriente y entonces cambie abruptamente de tema para salir del choro interminable. Posteriormente, en la intimidad de mi soledad, me flagelo, navego empleorapidoparapasantes.com, mando mil currícula, me tiro en el sofá a darme ánimos estilo comercial de coca-cola, juego farmville, me duermo y al día siguiente despierto fresca como la mañana.


Esta chica no ¡Lora en el micro! ¡Expone sus vergüenzas al mundo! ¡Se flagela en público! ¡Qué valor de mujer! Me entraron unas ansias locas por abrazarla, decirle que sí pasa el examen y llorar con ella hasta que el conductor nos corra. Pero seguía hablando por teléfono y al parecer, el interlocutor se estaba fastidiando. Pronto descubrí que era su novio y estaba a punto de mandarla al demonio porque pensaba que la prioridad de ella era su carrera y él pasaba a tercer término. ¡Bueno! ¡Qué manera del universo de restregarme en la jeta todo lo que no me puedo admitir! Huelga decir que me bajé del micro, no quise saber en qué acababa esa historia.


EPÍLOGO

El robot se ha divorciado de sí mismo, una vez más, por eso se permite esta manifestación pública de sus vergüenzas.

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