La vida es sueño

sábado, 16 de abril de 2011

Te he soñado vestido de blanco. Estoy yo en una casa enorme donde la única finalidad es nadar y terminar un jardín. En ese empeño nos encontrábamos tú, yo y algunos conocidos. Hace mucho tiempo leí un libro que trataba sobre la construcción del jardín perfecto: Los Jardines secretos de Mogador, se llama. En él aprendí que los jardines son metáfora del arte más amado en la vida, aquello que nos da ser y sentido, que nos hace sentir plenamente realizados. Este jardín que debíamos construir cada uno de los que estábamos en esa casa, era un jardín de tierra removida, de palas, de cepas, de humedad. Vi uno que me causó mucha risa por su ridiculez, me mofé; disfruté frívolamente hacerlo. No recuerdo cómo era el mío, sólo tenía dentro del sueño la sensación de no necesitar compararlo más, yo estaba ahí para otra cosa: estaba para nadar.
Me zambullo en una cascada y al mismo tiempo estoy cambiándome de ropa para poderme meter al agua. Mi padre cambia de habitación conmigo para que en una más amplia pueda ponerme el traje de baño y alistarme. Espera afuera pero lo hace de un modo en que no lo hace en la realidad. Espera con paciencia. En algún punto te encuentras, te percibo, se que estás afuera esperando con él, conversan sin estar tú presente físicamente. Al salir me aviento a la cascada; en un instante estoy dentro de una enorme galería donde se exhiben héroes de ciencia ficción y fantasía. Es una especie de feria del cómic donde se presentan novedades. Al mismo tiempo, es un vagón de metro.
Cuando estoy comentando con tristeza sobre la inexistencia de un personaje mítico inspirado en mí, doy vuelta y veo un cartel con mi descripción y un dibujo donde se me retrata sin armas, sin un vistoso traje, sin insignias, vamos, sin el carisma de un santo, sin alegoría alguna. Porto simplemente un parco traje blanco con un aura alrededor de toda mi silueta trazada con lápiz grueso. Sin embargo, la ficha me describe tan acuciosamente que no puedo evitar observar la firma: es de mi hermano, el que dibuja monitos.
Resulta que el aura me parece a un tiempo el símbolo de la eterna imperfección autoinculpada y del poder generado desde el interior. No recuerdo bien a bien que decía la ficha, sólo que me la paso minusvaluando mis capacidades por no ser copias calca de las de quienes considero más fuertes. La ficha continuaba diciendo que a pesar de esa enorme desventaja, el "poder" del personaje ahí retratado es tener una bien calculada red de interacciones con los individuos a su alrededor, pues en la búsqueda de replicar fortalezas, ha vuelto parte de sí mismo la capacidad de retratar con agudeza las filias y fobias de la gente. En ese momento se abrió el vagón y entraste tú, vestido con una camisa y un pantalón de lino y algodón blanco; ropa muy fresca y relajada. Te preguntaba yo por la razón de ese atuendo (nunca te he visto así) y contestabas con una amplia sonrisa que así eras tú, que no podía extrañarme, pues siempre te he visto considerando inocuo al mundo. Preguntabas entonces si me había gustado nadar, si entendía las razones de lo ridículo de aquel jardín que juzgué, si tenía algo que hacer al respecto de lo escrito sobre mi personaje en la ficha, si es que me quedaba claro que la razón del existir es pasarla dándole cumplimiento a la obligación de no cumplir expectativas, sino disfrutar el tiempo inmediato.
En realidad me daba gusto verte vestido así, disfrutaba enormemente que el máximo símbolo consciente del desequilibrio, en el plano subconsciente se constituyera el arquetipo de la sabiduría. Desperté con una placidez extraña. Tienes tantas cosas dentro de esa cajita de Olinalá...



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