Rechinar IV

domingo, 24 de abril de 2011

Me martiriza tu belleza, la belleza de lo nuestro. No puedo soportar la idea de mirarte, es como cuando las cosquillas te desesperan, será el peso de la costumbre. Perdí la práctica de sonreír, meses enteros que no lo hacía y mis músculos se desprogramaron, no reconocen la concavidad que requiere manifestar la satisfacción. Me descubro acariciando tus fotos y me doy asco, ¿qué patético puede ser suspirar con una bola de pixeles? Como si no tuviera nada qué hacer; podría untarme de nostalgia y sentarme en la regadera a hincharme los ojos de recuerdos negros o seguir escarbando en la habitación de los cachivaches en busca de un gramo de polvo que me remita al estado etílico de la miseria. No, en cambio estoy perdiendo el tiempo imaginando tus dientes presionando mis orejas, repasando el traje que llevabas puesto ayer, escribiendo tonterías en el cuaderno. Parezco una quinceañera y llevo mis añitos de haber superado esa época ociosa. Evolucioné y me involucré en connatos de rigores, celos, envidias profesionales, golpes, venganzas, eso es lo que hace la gente madura, sabia, estable. Yo no sé qué hago tirando por la borda el desgaste de los años, que tanto me ha redituado en términos de metodologías para la precaución. ¡Carajo! ¿Quién hace eso? ¿Cómo puedo persuadir a la tripa para que pida de comer en lugar de andar flotando en el estómago? Eso sería algo útil, poéticamente pragmático, tranquilo. Además soy experta en los menesteres de la madurez, puedo sacar del baúl de los lastres un tema para sacarme la tonta sonrisa en menos de dos segundos, debería sacar mi habilidad a relucir. No puedo, se me siguen atravesando tus dientes rechinando en la memoria de la recámara, el brillo de los ojos acechantes de placeres eternamente irresolubles. Un ocio insalvable, estar pensando en tu piel. Y para acabarla de amolar, ¡me llamas por teléfono! No dejas ni que se me pase el efecto de la dosis, tú sí que eres salvaje. Deja de sonar, deja de ser adictivamente observable, deja de hacerme tan feliz, que mi cuerpo de sombras se hará trizas en unas cuantas miradas más.

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