Rechinar II

domingo, 24 de abril de 2011

Te convulsionas, amor, me alebrestas

Me ves de reojo con la saliva cubriéndote el iris

mientras te pierdes y hace aparición tu alterego;

ese que te desesmalta en rechinidos los dientes,

ese que es autómata acróbata del desenfreno.


Me descompensas, corazón, me aterra

que en una de tus contracciones te recrudezcas

y ya no te conozca ni mirándote las arterias

luego me fractures el abdomen con tu cresta

y no recuperar el equilibrio tras esta guerra.


Te paralizas, mi vida, te aferras

Me entierras los dedos en medio de la cintura

ya no siento ni las manos entre tanto jaloneo,

creo que tu piel se ha atorado en mi garganta,

déjame gritar sin que rompas mis balbuceos.


Me aceleras, corazón, me borras

Queda sólo esta burla de muñeca de pruebas;

ella desazolva su temblor con tantas lágrimas,

que llenaría todos tus huecos si sólo detuvieras

la escalada de terremotos entre las sábanas.


Te sincronizas, amor, te relajas

Vuelve el color rojo a tus delgados labios de holanes,

otra vez puedo ser dueña de mi pulso y la distancia,

ya me desgarraste toda y ahora sólo me sonríes

pero la gota de miel aún va bajando hacia la panza.

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