Te convulsionas, amor, me alebrestas
Me ves de reojo con la saliva cubriéndote el iris
mientras te pierdes y hace aparición tu alterego;
ese que te desesmalta en rechinidos los dientes,
ese que es autómata acróbata del desenfreno.
Me descompensas, corazón, me aterra
que en una de tus contracciones te recrudezcas
y ya no te conozca ni mirándote las arterias
luego me fractures el abdomen con tu cresta
y no recuperar el equilibrio tras esta guerra.
Te paralizas, mi vida, te aferras
Me entierras los dedos en medio de la cintura
ya no siento ni las manos entre tanto jaloneo,
creo que tu piel se ha atorado en mi garganta,
déjame gritar sin que rompas mis balbuceos.
Me aceleras, corazón, me borras
Queda sólo esta burla de muñeca de pruebas;
ella desazolva su temblor con tantas lágrimas,
que llenaría todos tus huecos si sólo detuvieras
la escalada de terremotos entre las sábanas.
Te sincronizas, amor, te relajas
Vuelve el color rojo a tus delgados labios de holanes,
otra vez puedo ser dueña de mi pulso y la distancia,
ya me desgarraste toda y ahora sólo me sonríes
pero la gota de miel aún va bajando hacia la panza.
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