Riding a bycicle for stubborn dummies
jueves, 28 de abril de 2011
A tres conjugaciones
miércoles, 27 de abril de 2011
Hube de ser una sombra, hube de ignorarte. Hube de no escuchar. Hube de no hablar. La verdad es que nunca hablé. Hube de no haber. A ver, dime tú ¿que más?
Habré de evitarte. Habré de evocarte. Habré de presentirte. Y en el sello, habré de sellarte como se lacran los secretos, los testamentos, las vidas.
He, simplemente he.
(insistes en ser el tiempo más difícil de conjugar...)
Destination Cascarrabias 3.0 - Primera entrega
martes, 26 de abril de 2011
Dos cables medio pelones colgando del gabinete para los circuitos de potencia, el dorso de la mano llena de una especie de chicle aceitoso. Los saldos de la última batalla psicológica inter-especie de K-bot85. Yaguar Croft afila su machete en el roble que está a un lado de la banqueta y mira con una sonrisita socarrona el estado de K-bot85.
-¿Qué? ¿Nunca habías visto a un robot cantar Oaxaca? –reclama K-bot85 mientras se limpia la mano en el pasto.
-No mames, si siempre te veo igual, bip- Así le llama porque el oído humano no es capaz de distinguir los armónicos de bits que representan su nombre a la frecuencia en la que se lo dice, de tal manera que ambas han acordado que ha de llamarse “bip”.
-Oye, Croft, necesito cambiar de dimensión, esto está muy cabrón y se me está agotando la batería a mayor velocidad de la que me toma generarla- Se acerca a Yaguar Croft, quien le mete tremendo machetazo y luego se echa a reír ruidosamente.
-Ya wey, es que haces error kernel como por deporte.
Silencio. Yaguar Croft se levanta y Kbot-85 se saca el machete de entre la articulación de la pierna derecha.
-Bueno, ¿le vas a entrar o te rajitas de chile poblano? ¿Te da miedo que en la otra dimensión ya no te gusten las féminas?-K-bot85 emite un ruido armónico distorsionado, la risa que nunca se le ha compuesto desde que le echaron un balde de agua helada a su caja de resonancia.
-A ver, pinche bip. Debe quedarte claro, que ni en esta ni en alguna otra dimensión me hacen gracia los changos esos simplones, groseros y peludos. No tienen interés alguno para mí. El robot piensa que todos son de su condición, a ti porque te gusta andar ahí oliéndoles los pedos mientras te roban aceite para sus pinches coches de crisis de la mediana edad. Te ordeñan peor que a Pemex y tú andas como el pinche enano usurpador, ahí nomás cediéndoles más campo de acción.
Yaguar Croft se levanta y mete su machete en una vaina de guaje que se robó de un árbol en la colonia de los de al lado.
-Ya vámonos, bip- Se van caminando juntas, parloteando como chachalacas.
Al final de la calle, por la madrugada solamente pasan gatos buscando pleito. Es una especie de retén de seguridad para la comunidad, que está en toque de queda desde la declaración del golpe de estado a cargo de los caníbales. Sin embargo, los robots, que son conocidos por ser aliados de la resistencia tienen paso libre durante todo el día y son llamados por señales de alta frecuencia cuando alguno de los sectores de su brigada se ven amenazados por hordas de caníbales analfabetas armados con rifles de alto poder que llegan a tratar de cobrar por la luz o por los nuevos impuestos que se han decretado desde el golpe de estado.
Los gatos reconocen a Yaguar Croft por la insignia de garra que lleva marcada con cicatrices en el hombro izquierdo. Las dejan pasar, no sin antes ronronear largamente.
-Ahí te ves, Rudo, échale el ojo al Zoruyo para que no se ande orinando en mi caja de herramientas, ¿va?- Pide K-bot85 al gato encargado de la cuadra de Yaguar Croft.
En seguida toman el primer pasaje por lo que antes solían ser los ductos del drenaje, que fueron reemplazados después de la vigésima inundación del valle de Chalco. Ahora son las vías de transporte más tranquilas, ya que por encima, donde van los camiones de pasajeros, hay un tráfico infernal durante todo el día. Ahora en la madrugada, no habría tanto problema pero si las comunidades vieran dos sujetos andando por la calle a esa hora, pensarían que son agentes de la luz tratando de reemplazar los cables de cobre por aluminio y más tardarían en reconocer las insignias que en agarrarlos a palazos. Durante el camino, el gato y el robot se van echando lodo y correteándose por todos lados, como si no pasara nada arriba de sus cabezas. Suelen sustraerse de la situación unos momentos antes de ponerse a filosofar sobre las irracionalidades de la especie humana.
-¿Y ahora qué te hicieron, bip?- Pregunta Yaguar Croft mudando de su habitual ceño fruncido a un gesto amable y cómplice.
-Pues me eché el tercer round en tierras mixtecas, ya para qué te cuento. El pedo es que no entiendo a los pinches humanos, no estoy programada para entender sus pinches comportamientos aleatorios. Que si mi mamá me dijo que siempre no, que si la vecina, que si el estado, que si las alianzas… yo ya no sé qué desmadre traen. Me mandan a los madrazos y luego me echan a los compas encima a que me hagan bola junto con los caníbales, después me echan la culpa que porque no respeto las convenciones sociales de la mixteca… En fin, tú ya me habías dicho que me mudara de dimensión y ahí andaba yo bien chidita pero me solicitaron de regreso y pues yo pensé que ya se habían salvado las diferencias. ¡Pura madre! Es como el cuento de Juanito y el Lobo.
-A ver, bip ¿Qué te dije yo? Porque no fue sólo eso, te dije que eres adicta a la adrenalina, pero en mal pedo y que si bien sabes que eres adrenalinómana, ¿para qué chingados abres la botella?
-Si wey, pero espérate. ¿Te acuerdas que antes de irme a otra dimensión nos fuimos de borrachas a un lugar lleno de gente bien rarita y nos abordaron un argentino y un cocinero?
-Ni me recuerdes esas cosas, ya te dije que no me gusta recordar cuando me pongo cariñosa con los changos peludos.
-No, lo que pasa es que me volví a encontrar con el cocinero y me compuso los circuitos que ya me habían madreado en la mixteca. Me la pasé muy chido y nos escapamos al sector de al lado, donde me enseñó lugares que creí extintos en la ciudad. Pero luego recibí el llamado de la mixteca y lo dejé allí sin despedirme ni darle explicación. Ahora no sé dónde anda, pero lo quiero encontrar de nuevo, así que nada más te acompaño unos días a donde sea que me vayas a llevar, en lo que recargo aceite y me voy.
-Ya estás. Oye, ¿trajiste las seis latas de atún que te pedí?
-Sí, aquí están- K-bot85 saca las latas de su caja torácica y se cambia la herramienta manual por un abrelatas. Después de abrir la primera, se toma el aceite y le pasa el resto a Yaguar Croft, quien se apresta a sacar su machete para usarlo de cuchara.
-Ah cómo eres pinche exagerada. ¿Para qué usas esa madresota? Te vas a cortar la lengua.
-Nel, el Yurrobot me convenció de hacerme un injerto de titanio en la punta de la lengua, ¿te digo para qué me ha servido? Jijiji
-Chale, no seas puerca, evítame esas escenas en la memoria. Luego tengo que andar formateando particiones enteras. Además tú involucionas, carnala. Nosotros ya hasta estamos cubiertos de plastiquito con textura de terciopelo para atraer a los humanos. Mira, mi lengüita está rojita y suavecita. ¡‘Ora hasta me pusieron vestido! Y tú con tu pinche lengua de titanio, para mí que el Yurrobot no quiere que le bajes a los viejos y por eso te conminó a hacer esa babosada.
-Y dale, ¡que me valen madres los viejos! Y eso ya lo sabe el Yurrobot, no estés chingando, bip.
Rechinar IV
domingo, 24 de abril de 2011
Me martiriza tu belleza, la belleza de lo nuestro. No puedo soportar la idea de mirarte, es como cuando las cosquillas te desesperan, será el peso de la costumbre. Perdí la práctica de sonreír, meses enteros que no lo hacía y mis músculos se desprogramaron, no reconocen la concavidad que requiere manifestar la satisfacción. Me descubro acariciando tus fotos y me doy asco, ¿qué patético puede ser suspirar con una bola de pixeles? Como si no tuviera nada qué hacer; podría untarme de nostalgia y sentarme en la regadera a hincharme los ojos de recuerdos negros o seguir escarbando en la habitación de los cachivaches en busca de un gramo de polvo que me remita al estado etílico de la miseria. No, en cambio estoy perdiendo el tiempo imaginando tus dientes presionando mis orejas, repasando el traje que llevabas puesto ayer, escribiendo tonterías en el cuaderno. Parezco una quinceañera y llevo mis añitos de haber superado esa época ociosa. Evolucioné y me involucré en connatos de rigores, celos, envidias profesionales, golpes, venganzas, eso es lo que hace la gente madura, sabia, estable. Yo no sé qué hago tirando por la borda el desgaste de los años, que tanto me ha redituado en términos de metodologías para la precaución. ¡Carajo! ¿Quién hace eso? ¿Cómo puedo persuadir a la tripa para que pida de comer en lugar de andar flotando en el estómago? Eso sería algo útil, poéticamente pragmático, tranquilo. Además soy experta en los menesteres de la madurez, puedo sacar del baúl de los lastres un tema para sacarme la tonta sonrisa en menos de dos segundos, debería sacar mi habilidad a relucir. No puedo, se me siguen atravesando tus dientes rechinando en la memoria de la recámara, el brillo de los ojos acechantes de placeres eternamente irresolubles. Un ocio insalvable, estar pensando en tu piel. Y para acabarla de amolar, ¡me llamas por teléfono! No dejas ni que se me pase el efecto de la dosis, tú sí que eres salvaje. Deja de sonar, deja de ser adictivamente observable, deja de hacerme tan feliz, que mi cuerpo de sombras se hará trizas en unas cuantas miradas más.
Rechinar III
¿Pero de dónde saliste tú, si se puede saber?
¿Qué no venía tu dote envuelta en otra carne?
¿Crees que te ladre el perro cuando llegues?
¿Podrás errar tan bien como sabes amarme?
¿Por qué vienes tan listo para tomarme hoy?
¿Qué creíste que estaba musitando al llamarte?
¿Me regalarás vida después de tanta muerte?
¿Estás seguro de querer esta almohada inerte?
¿Por qué rechinas todo cuando me encuentras?
¿Debería darme pena que me des tanta lengua?
¿A poco todos notan cuántas ansias me generas?
¿Soy yo o cayó en tu abdomen el vaso de agua?
¿Pero a dónde te metiste ahora, muchachito?
¿No sabes que de ahí no te sales como entraste?
¿Ya no sabes si te avientas o te alejas del abismo?
Pues ya estás ahí, y ahora sólo podrás acomodarte;
no te dejaré ir hasta saborear la hiel de tu desgaste
#MeleítodoMonsiváis
Rechinar II
Te convulsionas, amor, me alebrestas
Me ves de reojo con la saliva cubriéndote el iris
mientras te pierdes y hace aparición tu alterego;
ese que te desesmalta en rechinidos los dientes,
ese que es autómata acróbata del desenfreno.
Me descompensas, corazón, me aterra
que en una de tus contracciones te recrudezcas
y ya no te conozca ni mirándote las arterias
luego me fractures el abdomen con tu cresta
y no recuperar el equilibrio tras esta guerra.
Te paralizas, mi vida, te aferras
Me entierras los dedos en medio de la cintura
ya no siento ni las manos entre tanto jaloneo,
creo que tu piel se ha atorado en mi garganta,
déjame gritar sin que rompas mis balbuceos.
Me aceleras, corazón, me borras
Queda sólo esta burla de muñeca de pruebas;
ella desazolva su temblor con tantas lágrimas,
que llenaría todos tus huecos si sólo detuvieras
la escalada de terremotos entre las sábanas.
Te sincronizas, amor, te relajas
Vuelve el color rojo a tus delgados labios de holanes,
otra vez puedo ser dueña de mi pulso y la distancia,
ya me desgarraste toda y ahora sólo me sonríes
pero la gota de miel aún va bajando hacia la panza.
Rechinar I
sábado, 23 de abril de 2011
Cuando rechinas con rabia esos dientes
y se escapa entre el huequito un silbido
de tus ajenas entrañas convulsionantes,
no aguanto sentir desamarrado el ovillo.
Te pierdo en el espacio inmoral del vicio,
me pierdo airada en la bragueta del cielo
y aunque anuncies tu jugada en el estribillo
me sorprendo cuando me arrancas el vuelo.
Esos aires tuyos incansables y turbulentos
sollozan la blancura ociosa de los humores
me revientan y hacen de mi útero un lienzo
en que pintas con sudor, auténticos sabores.
Ya me perdí en tus dulces y rugosos estertores
Ya rechiné tus dientes con un apretón de los labios
ya me ahogue en tu saliva de cárnicos rubores
ya no me debes nada, no te secuestro los abrazos.
NINI
jueves, 21 de abril de 2011
Del aperitivo al postre
miércoles, 20 de abril de 2011
Sabes combinar ingredientes, es tu arte. Comienzas con una plática casual, de esas que a nadie le importan pero preguntas tres veces cómo me fue en el día y eso me saca de la inercia de contestar lo mismo de siempre. De pronto entre tus altibajos, un enojo pasajero de lo que te sucedió en el camino para acá y vuelves a la sonrisa franca que hace sentir que el mundo está en orden. Llegas, preparas la comida pero me pones a mí el pañuelo de chef ejecutivo cuando yo no hago más que mirar tus manos; tú sabes perfectamente que las miro porque hasta a propósito acaricias el paté y te lo untas en los dedos para lamerlo. Dos, tres cucharadas de esto y una ración de aquello. -¿Será pura matemática?
Eso me resultaría más familiar pero no entiendo ni pío cuando comienzas a hablarme de medidas inglesas porque mi referente cultural siempre está indicado en sistema métrico internacional. Pasas a las bebidas y preparas una cosa espumosa para que me llene la boca y luego con media sonrisa en la cara me haces muecas para advertirme la inminencia de tu lengua. No atino a sortear ni percibir bien a bien qué estás haciendo, pero la entraña se cuelga de la pared cuando te acercas. -¿Desde cuándo hay arañas en el techo?
Tal vez el aperitivo de la plática superflua me puso en el justo ánimo de no hacer nada pero me rompiste el ritmo, como siempre, como cuando estás escuchando una rola electrónica con puros beats alocados y de repente se queda todo en silencio con una tímida trompeta de fondo y una voz dulzona que repite una frase cursi, la única que se te queda en la cabeza a los veinte minutos de terminada la canción. -¿Qué me estabas preguntando hace rato?
Pones una película, una que trata de comida, por supuesto y admiras al maestro de ceremonias que se las ingenia para sacar la crema aunque le falten ingredientes. Volteas y me clavas un beso en la clavícula. -¿A poco me puse este collar por la mañana?
No te entiendo pero entro en trance y la película ya no lleva la misma tónica, creo que hasta el contraste de la pantalla ajustaste mientras no te estaba viendo. Comentas una escena sin importancia y me haces concentrarme en un detalle que aparece justo en la esquina de la pantalla cuando de pronto se me atraviesan tus ojos y siento una mordida en la nuca. -¿Acaso serás omnipresente?
En fin, creo que la luz de la luna está iluminando más a esta hora porque las sombras han cambiado. Sientes mi pulso y comienzas a ensalzarme como si fuera yo la única persona en el mundo que llevara mi nombre e hiciera mis muecas habituales. Desconcierto, besos, creo que hasta maullidos, en fin. Yo ya no supe nada de mí desde el aperitivo hasta el postre. –Por cierto, ¿qué le pusiste a este platillo?
Mi archivito temporal
domingo, 17 de abril de 2011
Esta es la parte en que le das reset al sistema operativo y se borran los archivos temporales que ocupaban lugar en el disco duro. Volviendo a nacer, la máquina se genera una nueva identidad al introducir una nueva sesión de usuario. Rescataste en la memoria externa un archivito temporal travieso que andaba por ahí nada más rondando mientras se ejecutaban los programas pesados que le dan en la madre al rendimiento de la máquina.
El archivito… Creías que era como una astillita proveniente de un spam publicitario de los que te hacen creer que vas a bajar de peso con frotarte unos polvos mágicos en las orejas, es decir, completamente supersticiosa su aparición e irreal su aspiración. Llega el archivito bellamente concebido, de frac, y te hace pensar en las novelas románticas en donde el héroe es siempre un caballero educado y noble. -Bah, otro producto milagroso que no tiene otro fin más que aparecer insistentemente en los comerciales mientras uno hace otras cosas que sí son útiles.
Ah canijo, pero te untas el polvo milagroso en las orejas y bajas de peso nostálgico, una porción calórica importante a la vez. Lo dejas ahí a un lado un rato porque decides que su uso es superfluo. Pones a correr los programas pesados que ya ni sirven para nada, se calienta la máquina, se comienza a trabar, te pide actualizaciones pero no las acepta, hasta que un buen día ya ni siquiera tiene la voluntad para arrancar. ¡Uta! Lo bueno es que guardaste ese archivito curioso en una memoria externa porque, maldita sea mi estampa, me picó el morbo. Reseteas, formateas y lo primero que pones en tu memoria limpia es el archivito temporal, sólo que ahora tiene su carpeta y su propio nombre, en Mis Documentos. Oh sí, porque ahora es tú documento, aunque parezca esotérica su invención. Los programas pesados te queman los dedos porque quieren correr otra vez pero se te ocurre tirar a la basura sus discos de instalación. Tu archivo ahora es lo único que ocupa la memoria ¿y qué le vas a hacer? Si, aunque era uno inocuo, es tu referente de bienestar en la máquina y por eso lo pones a funcionar primero. Ja, pero ahora resulta que ahí viene tu antivirus, el gestor de tareas, tu nueva música, tus nuevas fotografías… ¿De dónde chingados salió tanta cosa? Bueno, tu archivito no era tan inofensivo, sólo andaba ahí merodeando mientras esperaba que te dieras permiso de creer en la magia y luego, sólo la manifestó. El sistema operativo se recompone, la máquina corre a todo lo que da y hay una incertidumbre extraña pero placentera con respecto a cómo será caracterizada ahora la temática de tu computadora –porque todas tienen una temática, ya que son reflejos de sus dueños-. Vaya, pues hay que ver, explorar y disfrutar porque parece que nunca va a dejar de sorprender tu pinchurriento archivito temporal que resultó ser el núcleo de cuanta maravilla hoy procesa tu máquina. Reset -- Unidad Pa-K [ON]
El panzón de las mordidas
Bien, después de un pasón de endorfinas todo está perfecto hasta que pasa el panzón de las mordidas. Es un ente abstracto, pocas veces tiene hueso y piel, es un bote sin cabeza. Es un alebrije que se distrae en el carnaval de las moscas y es atento y sereno con quienes no tienen más remedio que ser miserables. Es un son sin baile, una lavativa, una borrachera en lunes. Es un vicio que te arranca el estómago a mordidas cuando acabas de comerte una hamburguesa. Es la sorna, la fanfarronería, la hipocresía, el cinismo, la pornografía, la misoginia, lo banal, lo corrupto, lo aburrido. Es una red interna que se te encumbra en el hígado y hace trizas cuanta felicidad remota o tangible pueda ser olisqueada por tus fosas nasales. Tiene mil caras; la del vecino lacra que se monea frente a tu puerta, la del amigo que se siente tan en confianza que te trata como trapo sucio, la del mono mediocre que jamás te dejó trabajar a gusto en tus máquinas, la del otro macho que te mandó con un gesto de desprecio a operarte las chichis porque así no eras suficiente (sic), la del profesor que a producto de gallina quiere reprobarte por todos los medios, la del pusilánime que nunca se para a decir pío en defensa propia. Es una corrosión instintiva que se chupa las energías de tu plenitud porque en la felicidad secretas amenaza para su supervivencia. El panzón de las mordidas siempre saca una nueva, se le ocurren ingeniosas maneras de echar al vuelo la sagacidad de la vileza y la podredumbre de la mediocridad. Te manda a hacer todo y cuando lo haces te castiga. Te impide hacer todo y cuando dejas de hacer te mata. Después de un pasón de endorfinas corre del panzón de las mordidas, que las huele y las codicia, no para disfrutar la inocente droga que le obsesiona quitarte, sino para hacerle una guerra sangrienta sin campo de batalla ni enemigo claro hasta que quede sólo la memoria borrosa de ti y tus chocolates, tus encuentros sexuales, tus horas de gimnasio, tus chistes. Aguas con el vocero del atraco, que te ataca cuando te descuidas y si te agarra ¡Ay nanita! Si te agarra... Si te agarra, pues vas y te das otro pasón de endorfinas, para que se vaya culeado el muy cobarde.
Animales
sábado, 16 de abril de 2011
Ámbar
Pétalos rojos entre las cejas francas, claras
me rozan en aquella mentolada cuadrícula
cuando ya tu ambarina e infinita mirada
rebana con rabia mis muslos, los duplica.
Entonces detienes pausadamente tus vuelos
y miras hacia el hueco como dejando de mirar:
dos pájaros curiosos que asientan los pastos
pero aquel sudor de fresas no se deja arrojar;
se evapora en tus suaves y mágicos adentros
y se expele perfumado entre tus comisuras
no creo que por ahora estés gimiendo sueños
más bien estás riendo musicalmente la gula.
Ahí te siento agudo y cóncavo en las entrañas
aunque sólo percibo tu musgo al lado del mío
y así tu lengua sólo acaricie gustosos verbos,
los seduce y yo tengo de vouyerista el vicio.
Te reclamo con mi bandera de savias salivas
y me derroto al final en tu suspiro de neblina
levantas ámpulas de convulsión escarlatina
violento suena el ámbar que descansa sonrisas
Casa llena
En ese jardín de amarantos, vienes a mí como un enterrador, comprando las dudas y los encierros para tirarlos en el bote de los inorgánicos. Nunca te había visto así cuando la tensión empañaba mis nervios ópticos de semblanzas, añoranzas, desasosiegos. Pero eres fuerte y caes con la lluvia en medio de la temporada de calores infernales. Te habías escondido allí en las nubes grises pretendiendo que no existías, que no llegarías, que no te detendrías en tu viaje estelar entretejido en mis sueños. Te palpo, me palpas, somos dos espejos jugando a las escondidas y ante el azoro de las ardillas, nos encontramos. Corriendo descalza, escenifico la barbarie de mi especie naturalmente nostálgica pero desarraigada mientras tú destrozas rosas con los pies para echar el vuelo tras de mí y levantarme como trofeo de caza. Cae el telón, detrás se oyen risas infantiles de los actores que se contorsionan entre las ramas ante el recuerdo de los rostros de los espectadores sorprendidos por el final de la historia. Somos cómplices en el hartazgo de la desdicha, compañeros de juego que no buscarán la victoria sobre el otro. De pronto, tu boca provoca cosquillas en el paladar y se nos olvida la trama, pero al final de cuentas, ¿a quién le importa? Estás tú, estoy yo: hay casa llena.
El océano desde mi pesera
Cuando hablo contigo, me parece que se está filmando una película surreal sin sonido, donde tus palabras son secretos con los que yo me quedo; donde me expreso confiada en eso mismo, en la ausencia de un registro entero. En esta filmación, no se si tú y yo estamos representando personajes empeñados en representar que representan, en un desesperado intento por alcanzar la autenticidad sin cederle al otro un ápice de nosotros mismos.
En este filme de risa loca, parloteamos frenéticamente queriendo la trama no se trate de nosotros, sino de alguna frivolidad ajena. Mientras tanto, los espectadores concluyen el tema es la comunicación de dos misántropos mucho antes de que tengamos oportunidad, en medio de tanta palabrería emitida, de darnos por enterados que sí estamos entrañando el mensaje del otro.
Lo que buscamos, es la complicidad del otro, aún para el fractal absurdo en que dos misántropos se meten siempre: tememos el otro falle y empiece a enamorarse cándidamente, a querer demandarnos espacio, a exigirnos ser su felicidad y luego a cobrarse con rencor el no cumplirle sus caprichos; tememos que el otro empiece hacer humanadas pues. Y es que, ya hablando en plata ¿quién confía en los humanos?
No nos queda más que confiar en la misantropía del otro, en que sabe/sabemos cómo es este negocio y no nos llamaremos a ofensa por ello, ni tampoco a obligaciones tontas. Ni haremos escarnio de lo que sentimos.
Tengo miedo de ese viaje tuyo ¿y si regresas completamente transformado y mis decires, o lo que es peor, yo misma te resulto impertinente? No debiera ocuparme, hemos hecho un pacto de sinsentido, de ofidio en pos de mantener asida la cola entre las fauces, de tiempo siempre conjugado en presente. De cualquier manera, contigo todo lo pertinente es impertinente y todo lo doloroso es ocasión de fiesta. Todo lo irresponsable es lo más ético y lo que pareciera no poder cumplirse tiene fin en su correcto tiempo... y lo que es más, de manera elegante, armoniosa e indiscutible.
Lo programable motiva en tí subterráneos sentimientos de violencia. Cuando intento sacar mis "deber-ser", escucho el rumor profundo de tu océano, donde tienes la Ira y la Amargura amordazadas como al Kráken. Contigo aprendo a callar mis absolutos, a desatar la imaginación; te dejo hacer y preguntas que cómo es eso posible, si mi bandera es no dejar hacer a nadie sobre mí y menos a uno de tu sexo, marcado milenariamente por el ejercicio de la dominación artera e irracional. Cuando tienes ganas de hacer preguntas entrañables, de establecer una comunicación humana, el contorno de tus ojos se torna rosado. Pareciera como si tu corazón se sangrara las manos luchando contra los barrotes, simbolizados en tus párpados. Me enternecen tus ojos interrogantes, gélidos con mucho esfuerzo. Entonces te respondo "pues simplemente ES" al tiempo que temo estarte hablando de una promesa que no cumpliré: me es difícil no esperar, no demandar, no requerir para mí, no conducir las aguas de mi pesera. Pero me ganan tus ojos y hago acopio de fuerzas, contesto con firmeza y procuro no pensar en tus posibles futuras reacciones adversas. Para ello, me prendo de la única certeza: cada uno somos un hermoso archivo temporal en el historial del otro.
La vida es sueño
Cuando estoy comentando con tristeza sobre la inexistencia de un personaje mítico inspirado en mí, doy vuelta y veo un cartel con mi descripción y un dibujo donde se me retrata sin armas, sin un vistoso traje, sin insignias, vamos, sin el carisma de un santo, sin alegoría alguna. Porto simplemente un parco traje blanco con un aura alrededor de toda mi silueta trazada con lápiz grueso. Sin embargo, la ficha me describe tan acuciosamente que no puedo evitar observar la firma: es de mi hermano, el que dibuja monitos.
Resulta que el aura me parece a un tiempo el símbolo de la eterna imperfección autoinculpada y del poder generado desde el interior. No recuerdo bien a bien que decía la ficha, sólo que me la paso minusvaluando mis capacidades por no ser copias calca de las de quienes considero más fuertes. La ficha continuaba diciendo que a pesar de esa enorme desventaja, el "poder" del personaje ahí retratado es tener una bien calculada red de interacciones con los individuos a su alrededor, pues en la búsqueda de replicar fortalezas, ha vuelto parte de sí mismo la capacidad de retratar con agudeza las filias y fobias de la gente. En ese momento se abrió el vagón y entraste tú, vestido con una camisa y un pantalón de lino y algodón blanco; ropa muy fresca y relajada. Te preguntaba yo por la razón de ese atuendo (nunca te he visto así) y contestabas con una amplia sonrisa que así eras tú, que no podía extrañarme, pues siempre te he visto considerando inocuo al mundo. Preguntabas entonces si me había gustado nadar, si entendía las razones de lo ridículo de aquel jardín que juzgué, si tenía algo que hacer al respecto de lo escrito sobre mi personaje en la ficha, si es que me quedaba claro que la razón del existir es pasarla dándole cumplimiento a la obligación de no cumplir expectativas, sino disfrutar el tiempo inmediato.
En realidad me daba gusto verte vestido así, disfrutaba enormemente que el máximo símbolo consciente del desequilibrio, en el plano subconsciente se constituyera el arquetipo de la sabiduría. Desperté con una placidez extraña. Tienes tantas cosas dentro de esa cajita de Olinalá...
El efecto mariposa
jueves, 14 de abril de 2011
¿Por qué me siento a comer a ciegas? De pronto me llevo una cuchara a la boca y podría estar llena de moscas muertas o una ración de nutella. A veces muerdo la cuchara y mis dientes rechinan contra el metal sin causarme siquiera una reacción de ansiedad, de esa que provoca esperar algo suave y clavar los dientes antes de encontrarse algo frío y taimado como una cuchara de metal. Preferiría comer con palos chinos, por lo menos me astillaría la lengua y en ese caso seguramente me levantaría corriendo al baño por las pinzas de depilar y sólo tal vez se borraría momentáneamente la huella que pacientemente me he dedicado a marcar en la silla en la que me siento a recordarte.
Es el asiento perfecto; de ahí se ve la televisión y cuando hace calor, entra una corriente de aire por la ventana directo a mi lugar. Cuando alguno de los gatos negros quiere entrar por la noche, desde ahí soy capaz de verlo de reojo a través de la ventana y sólo me basta un movimiento corto y rápido para abrirla. También es un lugar estratégicamente colocado para mirar hacia la cocina y hacerme mapas mentales de qué podría comer si no tuviera tanta pesada nostalgia amarrada a las pantorrillas que me inmoviliza y me inmola al sentir las llagas que se me forman en los muslos por estar sentada en una posición anti-ergonómica. También es un lugar en el que las ondas que emite la antena WiFi que está en el estudio, rebotan perfectamente por todos lados y me dan una señal perfecta para permanecer frente al monitor mientras reviso los correos electrónicos que rara vez están dirigidos a mí, paso rápidamente las páginas de ofertas imaginándome a cuál de tus fiestas fresas podría asistir con ese vestido de encajes para el que no me alcanza el dinero. También leo las noticias e imagino que las estás leyendo indignadísimo, pero que se te olvida a los dos segundos cuando entra alguien por la puerta a pedirte algún favor. Y siempre mantengo una botella de refresco cerca de mí en una ilusión autoinducida de que me despejará la garganta durante los descansos en los que no estoy fumando y la garganta me deja de doler por tanto coraje atorado. Siento como si las burbujas poco a poco me fueran abriendo ese pequeño hueco por el que casi ya no sale la voz, ni siquiera cuando canto a todo pulmón las canciones exageradas que tengo en mi lista de reproducción.
A mi derecha, un cuaderno en el que me dedico a hacer listas: la del super, la del itinerario de las parrandas a las que seguramente no iré, la de las universidades a las que quisiera ir a hacer mi maestría, la de los nombres posibles que podrían tener mis futuros hijos, junto con sus características físicas, cuidadosamente calculadas por las lecciones de genética que me da mi hermano a la hora que regresa de trabajar. Siempre las deduzco sobre el 50% que corresponde a mi herencia genética con un gran signo de interrogación a un lado cuando se trata, por ejemplo, de si he de tener una hija con cabello chino porque ahí sí, no podría saberlo más que si se tratara de un varón, al que seguramente sí heredaría mi enredadera de cabeza.
Entre las listas también figura una en la que anoto mis estados de ánimo por cada hora del día: 12 pm – somnolienta, 4pm – desesperada porque no encuentro trabajo, 11 pm – Feliz cantando las rolas que oí en el concierto. Y así sucesivamente. No sé qué interés pueda encontrarles a esos apuntes dentro de dos meses cuando haya concluido este ciclo, pero definitivamente, escribirlos me genera una sensación de vacío y dejo de estar haciendo error kernel porque me inunda el sentimiento de las seis de la mañana o el de las dos de la tarde.
Me gusta ponerle números a todo. Mi amiga la Yaocihuatl me hace burla porque planeo mis vacaciones en una hoja de Excel, con horarios y filtros por día y evento para poder localizar mis actividades con más rapidez. Después me pongo a calcular la probabilidad de que tú y yo estemos mirando el mismo programa de televisión a la misma hora y nos genere la misma risa. Cuento el tiempo por segundos y aún así el día se me hace muy corto.
Cuando estaba contigo, todas las cuentas eran regresivas: cuántos días quedan para que te vuelvas a ir, cuántos pares de calcetines quedan en la cajonera para cubrir las necesidades del día y esa cifra habría que multiplicarla por la probabilidad de que ese día decidieras usar chanclas y por la otra probabilidad de que tal vez, podrías irte dos días antes de lo previsto en mis cálculos.
Podría haber hecho una tabla de Excel con tu comportamiento general y mirar las progresiones de las actitudes que te llevaron las otras veces a alejarte y entonces pude haber tenido un pronóstico más acertado de la fecha fatal. Y en ese tenor pude haber calculado el presupuesto de la comida, el tiempo que me tardara en lavar los platos, la ropa, el tiempo que nos quedaría para ir al cine o a tomar un café, la cantidad de cigarros que me fumaría y el número exacto de amigos que necesitaría para mantener la mente ocupada, contado desde el día en que te fueras hasta el día en que te olvidara, según mis tablas de regeneración emocional que he llenado con datos experimentales durante los últimos diez años.
Si hubiera hecho todo eso, tal vez hoy no estaría mordiendo cucharas vacías con los dientes despostillados esperando que pasen tres milisegundos para ver si reacciono y darme por muerta si no. Tal vez si hubiera hecho todo eso, hubiera comprado el vestido de encaje una semana y media antes de que te fueras para que pudieras vérmelo puesto y tal vez eso inclinara la balanza de las probabilidades en otro sentido. Tal vez pudiera haberme acomodado en el sillón rojo en lugar de la silla del comedor y entonces comería menos aún durante el día y fumaría más, lo que podría redundar en que adquiera un cáncer a temprana edad y luego tal vez te podrías haber cansado de estar sólo y estarías recostado una vez más en el sillón verde esperando que te ponga atención mientras yo, extremadamente ocupada, seguiría haciendo tablas y regresiones lineales.
Amor enterrado
Voy a hacerte un huequito
en el fondo del asfalto
por el árbol de la esquina
donde no pongo mi brazo
Pero no voy a pisarte
porque no te he entretenido
para hallarte ahora ausente
nutriendo este mar postizo
Ya que salgas del espasmo
yo te llevo pa’ mi vientre
como si de ahí fueras oriundo
y comas lo que te apetece
Ay que afuera tú mordiste
tres pedazos de mi vida
y olvidaste en mí tu almizcle;
es que fue veloz tu huída
No te pongo encima al santo,
no es tu carne más sagrada
pues teñiste de amoniaco
toda mi alma que es anciana.
No pondré tu nombre arriba
no sea que me lo recuerdes
y luego andar ahí de abusiva
repitiéndolo en las noches
Pero ya cuando te salgas
yo te tiendo bien tu cama
aunque a ver si no me engañas
y más bien tiendes las alas
para arrogarte mis pulsos
allá en el aire que disfrutas
y en cada suspiro profundo
tu halo aspire furibunda
El fantasma de la transición
martes, 12 de abril de 2011
¿Serás tú quien ha de redimirme
entre las heces del desgaste
de la pantalla que he sido yo,
del terror que me destrozó?
No te puedo ver siempre
entre estos agrios barrotes
de soledad empañados
¿Pero eres tú? ¿Estás seguro?
¿Habrás de cargar el saco
de las lenguas desafinadas
para música de brujerías?
No te puedo tener siempre
entre estos agrios barrotes
de deshonra estampados
¿Pero eres tú? ¿Lo crees?
¿Habrás de azuzarme la piel
cruda y pálida de despertares
entre rojos anocheceres?
No te puedo querer siempre
entre estos agrios barrotes
de estulticia embarrados
Eres tú, está bien, lo sé
Allí estuviste mirándome arder,
me inmolaba en tus deseos,
pero tú jamás huiste al destello
como todos, como todo
lo que al anochecer se marcha
entre la confusión del vicio
que para nunca se derrama.
Tú no hiciste nada, ¿para qué?
eras profeta de mis errores
paciente vengador de mi ira
inocuo creador de nuevos andares
Secuéstrame en tu dicha
en tu marcha de paso quieto
en tu palabrarería de santo
en tu candidez de velador.
Sé que eras tú en el andador
cuando pasé de largo tu risa
cuando retorné a las sombrías
auras que porta mi verdugo.
Bienvenidos al fin del sueño
domingo, 10 de abril de 2011
En México, la mitad fue Generación X detrás del TLC y sus sueños mercantilistas. La otra mitad nos quedamos vampireando: si el mundo no cambia, YO me volveré un odiador del mundo, un transformador de mi interior; intentamos construir el Superhombre de Nietzsche desde una perspectiva un tanto pueril. Como en el resto del mundo, fuimos simplemente la trompeta del Apocalipsis, dispuestos a inmolarnos como Juan Escutia. La generación del altermundismo que denuncia pero no detendrá la caída, sino que tiene como bandera precipitarlo todo al vacío, ya, pronto, antes de que se haga tarde. Para variar, sólo la voz de Rita y compañía intentó llevarnos por otros derroteros. Pero al zapatismo se lo tragó el ska y el ska nos era/es ajeno. No queríamos ser niños buscando regresar al útero, ese mundo feliz pletórico de Elmos; queríamos ser vampiros en un mundo de seres fuertes.